Entre emociones y conflictos: la violencia adolescente vista desde la psicología

Análisis Psicológico de la Violencia y el Acceso a Armas en Adolescentes

Un adolescente llevó un arma a su colegio en La Paz -Bolivia, lo que revela una problemática compleja abordada desde dimensiones psicológica, social y comunicacional. Se destaca la cultura de violencia, el acceso informal a armas, la desensibilización por medios y videojuegos, y la necesidad de orientación familiar. Se propone educación emocional y actividades extracurriculares como medidas preventivas.

Escrito por:

Lic. Paola Ramos Marca
Entre emociones y conflictos: la violencia adolescente vista desde la psicología

Acceso a armas en Adolescentes

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Publicado el:

2025-06-09 18:23:36

Última actualización

2025-06-13 20:09:41

Introducción

La violencia entre adolescentes representa hoy en día un tema de creciente inquietud social, y enfrentarlo requiere algo más que respuestas superficiales: exige una mirada profunda y multidimensional. Este ensayo plantea un análisis centrado en la psicología, explorando cómo interactúan los aspectos internos del individuo con su entorno social y cultural para dar forma a conductas violentas en esta etapa de transición. Lejos de ser solo una conducta impulsiva o rebelde, la violencia juvenil suele ser el reflejo de conflictos emocionales no resueltos, aprendizajes que normalizan la agresión y dificultades para distinguir lo real de lo ficticio. Fenómenos como la desensibilización ante la violencia, la confusión entre la realidad y los mundos simulados, y la repetición de modelos agresivos, aparecen como señales de alerta que merecen una atención seria y especializada.

Adolescencia y entornos hostiles: una combinación delicada

La adolescencia es una fase clave en la formación de la identidad personal y en la afirmación del carácter. Durante este periodo, los adolescentes muestran una alta receptividad a las influencias externas, lo que los hace particularmente vulnerables a los modelos del entorno. Cuando la violencia—ya sea en el hogar, en las escuelas o en la sociedad—forma parte habitual del panorama cotidiano, su impacto psicológico puede ser considerable. Los jóvenes no solo presencian estas manifestaciones, sino que terminan por integrarlas en su forma de ver el mundo y actuar en él.

El psicólogo Albert Bandura, a través de su teoría del aprendizaje social, argumenta que los individuos aprenden observando a otros. Así, los adolescentes, al ver a figuras con autoridad o popularidad recurrir a la violencia, tienden a replicar esas conductas, sobre todo si estas se ven reforzadas o premiadas.

Desensibilización: cuando la violencia deja de impactar

Uno de los efectos más alarmantes de la exposición constante a contenidos violentos es la paulatina pérdida de sensibilidad emocional ante ellos. Los videojuegos, las series, las películas y las redes sociales, al mostrar actos violentos una y otra vez sin consecuencias reales, terminan generando un proceso de habituación en el espectador. Lo que en un principio podría provocar rechazo o incomodidad, con el tiempo se percibe como algo normal, casi irrelevante.

Esta naturalización de la violencia no es un fenómeno superficial ni exento de implicaciones. Cuando la empatía—la capacidad de ponerse en el lugar del otro y conectar con su dolor—se debilita, se diluye también uno de los límites más poderosos que inhiben la conducta agresiva. Investigaciones en psicología, han demostrado que, cuando se rompe el vínculo emocional con los demás, se facilita la aparición de conductas dañinas. El agresor deja de ver a la otra persona como un ser humano con emociones y derechos, y esto abre la puerta a justificar o minimizar el daño causado.

Ficción y realidad: una línea que se desvanece

En la adolescencia, el desarrollo de las capacidades cognitivas todavía está en proceso, lo que puede dificultar la diferenciación clara entre lo imaginario y lo real. Esta confusión se intensifica cuando los entornos digitales—videojuegos, redes sociales o contenidos audiovisuales—recrean universos donde la violencia no solo es habitual, sino que se presenta como una vía eficaz para obtener reconocimiento, respeto o poder, sin mostrar consecuencias reales.

El riesgo surge cuando estas representaciones se interiorizan como referentes válidos. Un adolescente que ve en un juego que portar un arma genera respeto puede, sin el filtro del pensamiento crítico plenamente desarrollado, trasladar esa lógica al mundo real sin anticipar sus consecuencias. La psicología cognitiva advierte que los "guiones mentales" formados por experiencias repetidas, incluso en contextos virtuales, influyen directamente en la manera en que interpretamos y respondemos a la realidad. Si dichos guiones exaltan la violencia como solución y no se cuestionan, tienden a automatizarse y a guiar la conducta del individuo sin una reflexión consciente.

Imitación y necesidad de pertenecer: cuando la violencia se vuelve un modelo

Durante la adolescencia, uno de los procesos más importantes es la construcción de la identidad personal. Para lograrlo, los jóvenes exploran, imitan y adoptan comportamientos que perciben como deseables o valorados por su entorno. Si dentro de ese contexto la violencia se asocia con poder, respeto o aceptación social, es altamente probable que el adolescente la incorpore como parte de su repertorio conductual.

La urgencia por encajar y ser parte de un grupo puede llegar a eclipsar valores previamente adquiridos, llevando a algunos jóvenes a adoptar actitudes agresivas que en otro momento habrían rechazado. En este marco, la presión social actúa como un poderoso catalizador, especialmente cuando el grupo valida o celebra las conductas violentas. La búsqueda de pertenencia, lejos de ser una debilidad, es una necesidad humana fundamental, pero en contextos hostiles puede convertirse en el motor de comportamientos destructivos.

El rol insustituible de la familia y el valor de las alternativas

La familia desempeña un papel importante en la formación emocional y moral del adolescente. No basta con ejercer control o supervisión; lo verdaderamente transformador es el compromiso activo: conocer, dialogar, comprender. Estar presente implica interesarse genuinamente por las actividades que disfrutan los hijos, incluidos los videojuegos o el contenido digital que consumen, y establecer límites que sean razonables y consensuados.

Las prohibiciones rígidas, sin explicación ni alternativas, suelen tener un efecto inverso al deseado. La teoría de la reactancia psicológica explica que, ante restricciones absolutas, las personas tienden a desear aún más lo prohibido. En lugar de bloquear el acceso sin más, es preferible ofrecer caminos alternativos: deportes, arte, lectura, actividades sociales o educativas que permitan canalizar la energía adolescente de forma positiva, fomentando la creatividad, la disciplina y la autoestima. Estas alternativas no solo ocupan el tiempo libre, sino que brindan al adolescente un sentido de logro y pertenencia saludable.

Conclusión: de la teoría a la urgencia de la realidad

La violencia entre adolescentes no es un fenómeno aislado ni de causa única. Ejemplo de ello es el reciente caso ocurrido en una unidad educativa de la ciudad de La Paz, donde un adolescente apuntó con un arma de fuego a un compañero en plena aula, frente a otros estudiantes y docentes. El incidente, que movilizó a la Policía y terminó con el joven aprehendido, revela múltiples capas de una problemática compleja: acceso a armas, fallas en el control parental, dinámicas escolares deterioradas y, sobre todo, un entorno que no logra contener ni orientar emocionalmente a sus jóvenes.

Según lo informado por el director departamental de la FELCC, se investiga tanto el origen del arma como el contexto familiar del adolescente involucrado, cuya familia estaría vinculada al ámbito militar. Mientras tanto, la madre del estudiante amenazado lamentó la falta de garantías por parte del colegio y denunció amenazas previas contra su hijo. Este hecho, más allá de su gravedad inmediata, expone con crudeza lo que desde la psicología se ha venido advirtiendo: cuando no se atienden los factores psicológicos, emocionales y sociales que moldean la conducta de los adolescentes, la violencia se convierte en una expresión cotidiana, incluso en los espacios destinados al aprendizaje.

Frente a esta realidad, resulta impostergable una intervención integral. La psicología ofrece herramientas valiosas para actuar tanto de forma preventiva como restaurativa. No basta con sancionar al agresor o con endurecer las normas escolares. Es indispensable indagar en las dinámicas familiares, fomentar la empatía, desarrollar habilidades de regulación emocional y construir modelos de convivencia basados en el respeto mutuo y la responsabilidad afectiva. Además, los colegios deben convertirse en espacios activos de contención, orientación y participación conjunta con las familias.

La violencia no se erradica desde el castigo, sino desde la comprensión profunda de sus raíces y la construcción colectiva de alternativas. Solo así será posible romper con los guiones de agresión y permitir que los adolescentes crezcan en entornos donde la palabra, la empatía y la colaboración reemplacen al miedo como forma de comunicación.

 

 

Lic. Paola Ramos Marca
Jefa Nacional – Carrera de Psicología
Universidad Privada San Francisco de Asís
https://orcid.org/0009-0007-5996-1841
pramos@usfa.edu.bo 

 

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